Las Tribulaciones













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El camino que guía a los cristianos y a otros que basan su fe en el seguimiento de un dios omnipotente que decidirá su suerte en el juicio final, es según ellos un camino de tribulaciones.
Viven pendientes de las pruebas que su dios les pone a lo largo de su camino. Ellos siempre dicen que por muy duras que parezcan, su dios nunca les pone pruebas que no puedan llegar a soportar. La muerte, la enfermedad, los desastres, forman parte de las tribulaciones que se abaten sobre los hombres para poner sus corazones a prueba ante al juicio de dios.
Pero no acaban aquí las desgracias de los cristianos sometidos a los caprichos de su sádico dios. Después llegan otras tribulaciones, esta vez de la mano del enemigo, de Satanás.
Este al contrario que dios que tan solo les envía desgracias, les hace llegar tentaciones. La carne, la gula, la codicia, son pruebas que Satanás, eso sí siempre bajo la autorización de dios, pone en el camino de los hombres. Los que ceden a la codicia se convierten en sepulcros blanqueados, los que ceden a las tentaciones de la carne ven como sus almas se corrompen bajo el influjo de tan depravados vicios. En fin que de una manera u otra los hombres parecen condenados a ser fastidiados, molestados y dañados a lo largo de su corta existencia.
Pero si uno finalmente supera esta vida de tribulaciones con éxito recibirá el “gran premio”. Una eternidad dedicada a la contemplación y adoración del creador. ¡Vaya suerte!.
Tratar de buscar a dios o al diablo detrás de todo lo que nos sucede es sencillamente un ejercicio de locura. La manera más rápida de acabar con nuestras funciones mentales alteradas. Pero para muchos es mejor buscar responsables afuera que enfrentarse con las propias culpas o sencillamente con el caprichoso devenir del destino.
Lo primero que deberíamos aceptar como seres humanos es que la vida no es fácil, pero que a su vez nos ofrece muchas cosas que nos permitirán hacer de nuestra existencia algo agradable. Nosotros somos los únicos responsables de nuestras vidas. Si las tiramos a un pozo o hacemos con ellas algo constructivo, será exclusivamente responsabilidad nuestra. Nuestras decisiones humanas harán que nuestra existencia se desarrolle de una manera u otra. Por tanto no esperemos de los dioses que sean ellos los guías de nuestro destino.
Tomemos nuestro futuro con nuestras manos y con mucho valor seamos capaces de andar por el sendero de la vida, orgullosos de nuestros éxitos y por qué no también de nuestros fracasos, pues finalmente todas serán obras nuestras. Nuestras digo, ni de dios ni del demonio.