LA NATURALEZA DE LA BESTIA
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Crowley fue un hombre de talento, como lo demuestra su vasta obra, que en muchos momentos alcanza verdadera profundidad.
Marcado por una rígida formación religiosa, convirtió el desafío a las normas en un estilo e vida, y buscó en la magia una
forma de autoafirmación. Es difícil dar una visión equilibrada de un personaje como Crowley, que despertó admiración en unos
y desprecio en otros. Cuando se dice de él que era un insaciable bisexual, que vivía de la explotación de sus mujeres y que
consumía una cantidad de heroína suficiente para matar a varias personas, no se está muy lejos de la verdad. Pero también
hay otros aspectos de este pensador de aguda inteligencia y sorprendente originalidad El sexo llegó a ser para Crowley otra forma de mofarse de la autoridad, y si lo podía combinar con un acto de desafío,
el placer era diez veces mayor. La clave para comprender a Crowley es la misma que para comprender al marqués de Sade. Ambos
desperdiciaron una inmensa cantidad de energía gritando desafiantes a la autoridad contra la que tenían un enorme resentimiento,
y ambos carecían de la penetración necesaria para ver que estaban amenazando con sus puños a una abstracción. Ciertamente el sexo es la clave principal de su mentalidad; pero también lo es el hecho de que era un victoriano tardío.
A los victorianos el sexo les producía tal azoramiento que cubrían las patas de las mesas, e inventaron una especie de camisa
de fuerza para los bebés de modo que no pudieran tocarse los genitales en la cama. De modo que para Crowley el sexo fue siempre
algo deliciosamente "sucio" y malvado. En conclusión, la exagerada reacción de Crowley contra la autoridad estaba mezclada con una reacción igualmente exagerada
e igualmente ilusoria, hacia el sexo, lo cual lo llevaba a creer que estaba contra lo establecido cuando en realidad sólo
estaba sacando la lengua a victorianos ya muertos y olvidados. Tanto su rebelión sexual como su rebelión social suelen dar
la sensación de mucho ruido y pocas nueces. Una vez dicho todo esto, sin embargo, hay que admitir que existe en él un elemento que infunde respeto. Cuando estaba deprimido,
él mismo solía reconocer sus defectos, aunque insistía en que éstos eran de poca importancia ante las doctrinas para las cuales
él era el depositario escogido, y hablaba totalmente en serio cuando se comparaba a Mahoma y pensaba que El Libro de la Ley
sería un día reconocido como el nuevo Corán. "Yo, la Bestia, el Hombre Aleister Crowley, cuyo número es el 666, me presto
a revelar esta verdad al mundo". Y, ¿cuál era precisamente esta verdad? Se puede resumir en cuatro proposiciones: El amor es la ley, el amor sujeto a la voluntad Todo hombre y toda mujer es una estrella La magia es la ciencia y el arte de hacer que ocurra el Cambio en conformidad con la Voluntad Las dos primeras proposiciones en realidad no se encuentran en El Libro de la Ley: son la formulación que Crowley hacía
de su mensaje central. La cuarta proposición (tomada de La Magia en la Teoría y en la Práctica) es su principal definición
de magia. El Libro de la Ley afirma "La palabra de la ley es thelema". Y cuando Crowley comenta sobre esto: "Cotejando con
Rabelais. También se puede traducir "Que la Acción y la Voluntad estén en armonía". Luego añade: "Pero thelema también significa
Voluntad en el sentido más elevado de intencionalidad el Uno Mágico, y en el sentido empleado por Schopenhauer y Fichte".
Pero podemos ahorrarnos todas las confusiones acerca de su significado, si tomamos en cuenta que Crowley pasó toda su niñez
escuchando expresiones sobre "la Voluntad de Dios". Sus padres eran ese tipo de personas que introducirían toda afirmación
de voluntad con "Si Dios quiere" o "Si es la voluntad de dios". El estado mental inducido por la repetición de una afirmación
de este tipo es que el Universo, a efectos prácticos, está predeterminado, y que el hombre no posee libre voluntad en absoluto.
De modo que al insistir en "Haz lo que quieras ha de ser toda la ley", Crowley hace una sana afirmación de su propia voluntad,
en el espíritu de "Así habló Zaratustra" de Nietzsche. Era su propia manera de afirmar que "Dios está muerto". Una vez entendido que la aceptación de la libre voluntad humana es la esencia de la religión de Crowley, podemos ver que
el "Haz lo que quieras" es algo más que una repetición del tema de Rabelais; representa una afirmación filosófica importante.
Y él así lo pensaba, según se hace evidente en su alusión a Schopenhauer y a Fichte. En Schopenhauer, la Voluntad es la verdad
detrás del mundo de ilusiones y apariencias. Y el más importante descubrimiento de Fichte es que tan pronto como el hombre
se pone en acción, toma conciencia de su libertad, una libertad que lo elude mientras se contenta con sólo pensar. Uno de
los primeros y más importantes libros de Rudolf Steiner se llamó The Philosophy of Freedom (La Filosofía de la Libertad),
y fue un ataque al materialismo científico y una afirmación de la realidad de la voluntad humana. Si Crowley hubiera comenzado
su carrera con un libro similar, sería mucho más fácil comprender su trascendencia como pensador. El descubrimiento de que
el hombre posee un "ego que controlar", que preside sobre la conciencia, es la piedra angular de su filosofía mágica. Por
este motivo, si bien está de acuerdo en que "el amor es la ley", insiste "el amor sujeto a la voluntad". Según el cristianismo
el amor es la esencia del universo creado; Dios es amor, y el precepto fundamental del cristianismo es que los hombres deben
amarse los unos a los otros. Crowley está de acuerdo pero no puede aceptar del todo que el amor es lo único que importa en
el universo de modo que él añade la importantísima posdata: "el amor sujeto a la voluntad". La libre voluntad es la piedra
angular; no el amor. Cuando el hombre deja de verse a sí mismo como una "criatura" puramente pasiva, y comprende que es libre, deja de ser una
mediocridad; comprende que es, en efecto, una "estrella". En 1922, Crowley le dijo a su amigo, el matemático, crítico musical
y escritor J. W. S. Sullivan: "Todo hombre y toda mujer es una estrella. Tú, que eres hombre, eres por tanto una estrella. El alma de la estrella es
la que llamamos genio. Tú eres un genio. Este hecho se ve ensombrecido, o bien por los complejos morales que lo enredan, o
por la falta del mecanismo adecuado para expresarlo." Sullivan tomó estas palabras en serio, se quitó de encima sus conclusiones y frustraciones escribiéndolas en una excelente
autobiografía, y luego continuó hasta convertirse en el escritor de primera que Crowley sabía que era. Él es un buen reclamo
para la convicción de Crowley de que todo hombre y toda mujer es una estrella. Pero quizá la más interesante de todas las proposiciones que Crowley dedujo de su reconocimiento de la libre voluntad es
su creencia de que la magia es la ciencia y el arte de hacer que los cambios ocurran en conformidad con la voluntad. Otros
pensadores modernos han afirmado que la esencia de la existencia humana es la libertad, sobre todo los "existencialistas".
Pero la mayoría piensa que, aunque el hombre es libre, está atrapado en un mundo de materia que siempre tiene la última palabra.
El hombre es libre, pero su libertad es solamente un atributo mental, el "espíritu eterno de la mente sin cadenas". Esto no
puede salvarlo de sufrir y morir tristemente. Los más profundos instintos de Crowley se sublevaron contra esta idea pesimista.
Él estaba convencido de que, una vez el hombre ha asido su propia libertad, deja de ser la víctima impotente de las circunstancias;
puede hacer que ocurran cambios, en conformidad con su voluntad. La mente del hombre tiene exactamente el mismo poder que
sus manos: no sólo pueden asir el mundo sino también cambiarlo. Pero si el hombre es libre, ¿qué puede hacer con esa libertad? ¿Cómo puede expresarla? Después de varios intentos -viajar
alrededor del mundo, escalar montañas, otorgarse diversos títulos honoríficos, publicar libros a sus propias expensas y tratar
de llegar a ser una celebridad- Crowley se volvió a la magia y rápidamente alcanzó un notable éxito. Y cuando lo iniciaron
el la magia sexual, pensó que por fin había resuelto el problema de expresar su "verdadera voluntad". Convencido de que por
fin estaba en la senda correcta, dedicó el resto de su vida al estudio de la magia y de El Libro de la Ley. Y discípulos como
Bennet, Loveday, Mudd, Regardie y Cammell llegaron a convencerse de que su pretensión de ser el fundador de una nueva religión
era cierta. Comprendieron que la esencia de esta nueva religión era la libre voluntad humana, y reconocieron que en este aspecto
fundamental, difería del budismo, del judaísmo, del cristianismo, del Islam y del resto de religiones. La religión de thelema pretendía ser la palabra directa de alguna entidad suprahumana, la cual anunciaba el advenimiento
de una nueva era, y cuya enseñanza básica era la realidad de la libre voluntad. Crowley se consideraba a sí mismo un portavoz
extremadamente imperfecto de esta enseñanza. Pero también creía que cualquier mérito que pudiera poseer era consecuencia de
haber sido elegido para propagar la religión de Ra-Hoor-Khuit. El sacerdote de Ra-Hoor-Khuit fue un fracaso como ser humano, como él mismo solía reconocerlo en sus momentos de honradez;
pero también consideraba que esto no tenía importancia comparado con la religión de thelema; la filosofía de la libre voluntad
humana que capacitaría al hombre para evolucionar a un estado más elevado. Si nos olvidamos de la persona y nos concentramos
en su filosofía, es muy probable que él tuviera razón. |
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